Tras comprobar que su mujer acababa con los dedos llenos de cortes y quemaduras cuando preparaba la comida en la cocina, el inventor nortemericano y trabajador en Johnson&Johnson, Earle Dickson ideó en 1921 un vendaje adhesivo fijado a la piel. El invento consistía en una pieza de gasa pegada en cinta adhesiva, cubriendo el producto con una capa de crinolina para mantenerlo estéril. El jefe de Dickson, James Johnson, decidió manufacturar inmediatamente los apósitos adhesivos, tras lo cual le nombró vicepresidente de la compañía. Las tiritas llegaron a España en 1954 de la mano del empresario catalán Gerard Coll, quien las bautizó con su popular nombre.