El pasado año vivíamos unas navidades atípicas a lo que estábamos acostumbrados debido a la pandemia de la Covid-19. Las típicas comidas y cenas multitudinarias en familia, con amigos, con compañeros de trabajo o los besos y los abrazos se vieron frustrados por la situación que atravesábamos en aquel momento. Las restricciones para viajar o las limitaciones horarias y de personas, hacían que las navidades del 2020 fueran totalmente distintas a las de otros años. Todo apunta a que este año volveremos a vivir unas navidades más “normalizadas”, pero no podemos bajar la guardia, aún con un alto porcentaje de personas vacunadas, en torno al 80 % de la población en España, tenemos que ser responsables.

Hablar de la Navidad es también saber que cuenta con diversidad de opiniones. Están los que la aman, los que la odian y también los que les da igual. Hay quienes la viven participando intensamente, los que no les gusta pero siempre se ilusionan si les cae algún regalo o los que les da igual pero hacen un paréntesis durante estas fechas para pegarse unos buenos empachos de comida. En definitiva, las fechas navideñas no gustan a todo el mundo o no las vemos de la misma manera.

La perspectiva además es muy diferente si la comparamos desde el punto de vista de un adulto y la de un niño. Por eso, si echamos la vista atrás y dejamos volar nuestra imaginación, ¿quién no recuerda su infancia colgando adornos en el árbol o montando con figuritas el belén navideño? ¿Y recuerdas la ilusión que hacía cuando nos daban las vacaciones navideñas de la escuela? ¿O cuando esperabas ansioso/a tus regalos de Papá Noel y de los Reyes Magos? Sí, exacto, hacerse adulto es una mier… sobre todo en estas fechas.

Porque puestos a recordar, tampoco es lo mismo sentarse en la mesa en Nochebuena visto desde los ojos de un niño que ahora que eres adulto, donde se vuelven a repetir una y otra vez las discusiones de todos los años, y cómo no, metiendo a la suegra de por medio. ¡Benditas suegras, dejarlas ya en paz!

Efectivamente, los tiempos han cambiado, ya no somos los niños que éramos, y además, nos volvemos en muchas ocasiones egoístas y caprichosos. Cuando éramos niños contábamos los días que quedaban para que llegase la Navidad, ahora contamos los días que faltan para que acabe. Es más, de pequeños nos creíamos todo, hasta cuando tu tío desaparecía unos instantes del salón y se presentaba de pronto Papá Noel con todos los regalos, ¡menuda cara se nos quedaba!… Y cuando éste se iba, aparecía de nuevo tu tío y le decías: ¡tío, tío ha venido Papá Noel y no estabas!, a lo que él exclamaba ¡vaya, me lo he perdido, me ha pillado en el baño!… qué ingenuos éramos. Ahora, como adultos, no nos creemos ni a ese vecino que no te habla en todo el año y que de pronto te saluda sonriendo con un ¡Feliz Navidad!

¿Y qué me decís de los dulces? ¡Qué ricos estaban cuando éramos pequeños el turrón (menos el duro), los mazapanes, los polvorones, los bombones…!, ahora también lo están, pero nos da el sentimiento de culpa cuando nos “apretamos” media bandeja y exclamamos aquello de ¡Hala, a la mierda la dieta, para qué habré comido tanto!.

Igualmente, seguro que recordaréis esa última mañana en la escuela deseando salir “pitando” porque comenzaban las vacaciones de Navidad, incluso sin importarnos las notas. Aunque hay que reconocer que si teníamos varios suspensos íbamos bastante “acojonados” a casa por si nos quedábamos sin regalos en navidades. ¡Qué notas son éstas! -exclamaba nuestra madre- y añadía además, ¡Pues este año ya veremos si vienen los Reyes y Papá Noel!… nos quedábamos blancos ¿verdad? Pero al final venían, claro que venían, porque ver la felicidad reflejada en la cara de un hijo vale mucho más que unas malas notas. Ya tendríamos tiempo de estudiar más en los siguientes trimestres.

¿Y qué decir de esos familiares que tenemos lejos y que en contadas ocasiones vemos a lo largo del año? Estábamos deseando volver a reunirnos con esos primos y tíos que estaban fuera, además de que algún que otro regalo caía. Pero lo importante no era el regalo, que también, sino el volver a ver a esos seres queridos a los que tanto echábamos de menos sin darnos cuenta a lo largo del año. La ternura y la inocencia era palpable en situaciones así. Al fin y al cabo, ¿qué es sino la magia de la Navidad? Pues eso, inocencia. Una inocencia que cada uno de nosotros seguimos teniendo pero que, llegado el momento, dejamos de prestarle interés. ¿Recordáis con qué cara ansiabais de pequeños comeros un trozo de chocolate pringando nuestros dedos y boca de chocolate? Pues en ese mismo instante que dejamos de hacerlo fue cuando abandonamos nuestra inocencia. Porque, mucho más allá del consumismo que existe en nuestra sociedad, ese espíritu infantil es el que nos hacía apreciar todo lo bueno de estas fechas; los buenos deseos, la diversión, mirar con entusiasmo las luces navideñas, el cantar villancicos junto a los nuestros, los abrazos inesperados, las sonrisas sinceras, los gestos de asombro… y todo eso es lo más valioso.

 

¿Y por qué tenemos que crecer? Volvamos a ser niños otra vez, a jugar a tirarnos migas de pan los unos a los otros en la mesa en Nochebuena, a hacer pequeñas trastadas, a no tener preocupaciones… porque sí, porque queremos disfrutar igual que cuando éramos pequeños. ¿Verdad que recordáis perfectamente lo mucho que disfrutabais y lo bien que os lo pasabais? ¿Sabéis por qué? Porque en el fondo todos nos acordamos de cuando éramos pequeños y disfrutábamos de estas fiestas, y eso es lo que intentamos y queremos transmitirle a nuestros hijos, sobrinos…, en definitiva, a los más pequeños, para que sientan lo mismo que nosotros sentíamos en nuestra niñez.

Y es que, sin duda, la Navidad está hecha para los niños. ¿Quién es capaz de quitarle la ilusión y contarle los secretos de la Navidad a un niño? Nadie, o nadie debería, porque si les contamos los secretos y les quitamos la ilusión que llevamos en nuestro interior nos habremos defraudado a nosotros mismos. Sabemos que dentro de nosotros sigue estando ese espíritu infantil e inocente que queremos transmitir a nuestra infancia.

Navidad en tiempos de pandemia.- Sí, la Navidad está a la vuelta de la esquina, de hecho, este año son muchos los comercios, y también muchos los ayuntamientos, que se han adelantado mucho más que otros años llenando sus estanterías de artículos y dulces navideños e iluminando las calles. La realidad es que viviremos otras navidades en pandemia, donde el miedo y la incertidumbre estarán presentes en muchas familias, sobre todo en aquellas que han perdido a algún ser querido debido a la Covid-19. Pero asimismo, son otras muchas otras, seguramente la mayoría, las que quieren volver a reencontrarse y reunirse en estas fechas, con la ilusión y la alegría de volver a celebrar unas navidades como las de antes.

El pasado mes de noviembre, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, destacaba la buena evolución de la pandemia del coronavirus en España con una incidencia muy por debajo de otros países de la Unión Europea gracias a la alta tasa de vacunación, en torno al 80% de la población total de nuestro país. Por eso, vaticinaba unas Navidades mucho mejor que las pasadas. Todos vivimos con incertidumbre el pasado año la celebración de esa comida o cena con los nuestros en nuestras casas, aún con las limitaciones que se nos exigían por medio de los gobiernos de limitar el número de personas y el horario. De hecho, muchas familias celebraron las navidades separados los unos de los otros. Otros barajaban la posibilidad de realizar esa celebración en algún establecimiento hostelero, que cumpliera con las medidas sanitarias exigidas, pero que, conforme se aproximaban las fechas más señaladas, muchos hosteleros tuvieron que echar el cierre debido a nuevas restricciones por el aumento de casos.

Mari Ángeles Navarro, gerente de varios establecimientos hosteleros de Ciudad Real, fue una de tantos que tuvo que echar el cierre la Navidad pasada debido a la implantación del nivel 3, que obligaba a cerrar el interior de bares y restaurantes y con un aforo limitado en terrazas. Para este año, según señala Navarro, “esperamos que, aunque aún es pronto para hacer una estadística aproximada, haya más alegría e ilusión, de hecho, hay más ambiente, la gente tiene ganas y ya se están haciendo reservas, nada que ver con lo ocurrido el año pasado”. Las condiciones, indica Navarro, “son muy distintas, debido también a que la mayor parte de la población ya está vacunada, y eso, al fin y al cabo, da cierta seguridad”. Aun así, “debemos seguir siendo responsables y contar con ciertas medidas de seguridad, tanto por nuestra parte como por parte del ciudadano para que no haya repuntes y poder vivir unas navidades lo más normales posibles”.

Asimismo, Navarro destaca que “hasta que no finalicen estas fechas no sabremos a ciencia cierta si han sido mejor o peor que otros años, en referencia a 2019 o 2018, ya que 2020 fue totalmente nulo”. Las previsiones pintan bien, y aunque le gusta ser precavida en este sentido, “también debemos ser optimistas”. Además, señala que, “antes la gente era más previsora a la hora de hacer sus reservas en estas fechas, aunque también es cierto que somos un país donde lo dejamos todo para última hora”, pero “si algo nos ha enseñado la pandemia es a no hacer muchos planes a largo plazo, es decir, en la reserva de alguna comida o cena va a predominar más a la inmediatez en función de los datos y de cómo está la situación en cada momento”, concluye.

Por otro lado, el sector del comercio espera unas navidades cargadas de alegría, ilusión, y por supuesto, de buenas ventas. Así lo cree José María Ruiz Bravo, presidente de la asociación Pyme Real, la cual representa a más de 270 comercios y negocios de Ciudad Real, con unas expectativas de ventas y de gente en las calles que a priori pueden ser muy positivas. “Creemos que va a haber mucha más alegría por parte de todos y que las calles y los comercios volverán a tener esa magia que existe en estas fechas”. Si bien es cierto, “todo va paso a paso, ya que, en cualquier momento, en el caso de que pueda haber un aumento de casos, podemos llegar a tener algún tipo de restricciones diferentes a las que estamos realizando”, indica Ruiz Bravo.

Además, sin dejar de lado que aún seguimos inmersos en una pandemia en la que no hay que bajar la guardia, existe una gran preocupación por la falta de suministros de la que tanto se está hablando. Tras ver como el consumo comienza cada vez más a reactivarse, la recuperación se está viendo afectada por una crisis del comercio mundial. Con unos precios de la energía por las nubes, al igual que el transporte marítimo, se le suma que faltan materias primas, hay retrasos en la producción de microchips para los automóviles y en sectores como la construcción, el transporte o la hostelería escasea la mano de obra. Es más, el sector de la hostelería se está viendo también afectado al tener problemas para encontrar determinadas marcas de alcohol y otro tipo de productos necesarios para su trabajo. Los fabricantes y comercios ven con temor que falten ciertos productos estas navidades como prendas de vestir, productos tecnológicos o juguetes. Y el problema no es solo en mover productos de una parte del mundo a otra, ya que se sigue intentando fabricar lo suficiente para satisfacer la demanda, pero los fabricantes se han visto sorprendidos por la reactivación de este año tras recortar pedidos de materias primas el año pasado al no haber consumo, por lo que, ahora, las materias primas no llegan a tiempo.

Por todo ello, y como indica Ruiz Bravo, “los negocios tienen más o menos cubiertas sus necesidades a día de hoy, pero cuando llegue el momento de reponer stock nos podemos encontrar con un problema de abastecimiento”. Y más aún cuando se esperan unas navidades mucho mejor que las pasadas. Y es que, “ya está habiendo en varias ciudades grandes problemas de producción y distribución, lo que puede dar lugar a que estas navidades las ventas se vean afectadas debido a la falta de suministros”, concluye Ruiz Bravo. En definitiva, y para finalizar este reportaje, esperemos que estas navidades sean mucho más normales que las del año pasado, con la esperanza de que la situación sanitaria no se agrave, y que la falta de suministros no sea un impedimento para todos aquellos negocios que en estas fiestas pueden remontar todo el lastre que llevan arrastrando desde que comenzó la pandemia. Y por supuesto, ver unas navidades en los pueblos y ciudades cargadas de alegría, ilusión y con la vuelta de esas cabalgatas de Reyes Magos que las navidades pasadas no se pudieron celebrar.

 

Paqui González Gil (Psicóloga)

“No estamos en la obligación de vivir la Navidad en la cúspide de la felicidad como se nos exige”

Se acerca la Navidad, es evidente por las fechas en las que estamos. Además, muchos supermercados y comercios nos recuerdan con su habitual despliegue de dulces y artículos navideños en sus pasillos, que ya está a la vuelta de la esquina.

Cada año parece que llegará antes. Anuncios de perfumes, de juguetes, despliegue de luces de colores y anuncios que muestran felicidad y alegría. Con todas estas evidencias de que la Navidad está a la vuelta de la esquina aparecen también, la incertidumbre, el miedo, la tristeza y la frustración junto con la culpa y la angustia porque muchas personas no sienten esa alegría y felicidad que imponen los cánones de la sociedad del positivismo demoledor en estas fechas.

Vamos a vivir una segunda Navidad de pandemia, esa es la realidad, una Navidad donde siguen presentes ese miedo, esa tristeza, esa frustración; es natural sentir esas emociones ante esa incertidumbre que aún seguimos viviendo. Y muchos de nosotros ante la presencia de estas emociones nos haremos algunas de estas preguntas:

¿Estamos realmente obligados a participar de esta fuente de “buenrollismo” si en el fondo no nos sentimos cómodos? ¿Qué podemos hacer para vivir unas navidades sanas? ¿Y los más pequeños que hacemos para aportarles seguridad si aún no están vacunados? ¿Y qué hacer con la presión de amigos/as y familiares que no entienden que queremos ser prudentes aún? ¿Cómo evitar comentarios del tipo: “que exagerado” “si el virus ya no está” “que caguica”? En resumen, dudas que a todos/as nos surgen y que todavía, nos hacen plantearnos si juntarnos o no.

Pues bien, os daré alguna recomendación para afrontar la Navidad lo mejor posible o, mejor dicho, afrontarla siendo fieles a nosotros/as mismos/as, siendo fieles a nuestros valores y necesidades; a lo que realmente es significativo para nosotros en estas fechas. De eso va la Navidad y también la vida.

Si seguimos el orden de las preguntas planteadas más arriba, os diré, para vuestra tranquilidad que, podemos sentir rechazo a estas fiestas. Es posible que: hayas perdido algún familiar querido, que tengas que trabajar o que, simplemente, no te gusten estas fechas. No tienes porqué vivirlas desde la alegría y el “buenrollismo” si lo que sientes no tiene que ver con esa emoción de felicidad. Por lo que no estamos obligados a participar de ello si realmente no lo queremos. Basta con compartir el tiempo con los nuestros, si lo deseamos, en la medida que nos plazca y podamos. No estamos en la obligación de vivir la Navidad en la cúspide de la felicidad como se nos exige. Por ello, si hay cosas que no nos apetecen nada, es recomendable comunicarlo a los demás de forma asertiva, desde lo que es importante para nosotros, desde lo que necesitamos realmente en estas fechas y desde lo que sentimos: sea tristeza o angustia. Si lo expresamos con amabilidad, los demás entenderán nuestra postura. Además, hay que saber, que las emociones hay que atenderlas, prestar atención en el momento que se dan, de lo contrario, puede ser contraproducente.

Si deseamos vivir unas navidades “sanas” y optamos por compartirlas con familiares y amigos, nos puede ayudar: Mantener una rutina diaria; en Navidad, solemos alterar nuestra rutina, por lo que mantener un horario más o menos ajustado a nuestro día a día puede resultar beneficioso. Planificar y delegar; repartir la carga de trabajo (comprar comida, cocinar, maletas si vas a viajes…), no es necesario ni sano, asumir todo el trabajo. Después pueden venir conflictos. Centrar la atención en lo agradable; charla con algún familiar, el paseo que tanto nos gusta por la mañana, una rutina de ejercicio; cualquier actividad que nos haga sentir bien.

Por otro lado, están nuestros pequeños. Es posible que aún nos dé miedo reunirnos en familia porque no estén vacunados. Aquí sería conveniente comenzar a hablar ya con ellos sobre el tema y explicarles, adaptando el lenguaje a los más pequeños, qué es lo que va a ocurrir y como nos sentimos ante esta situación aún “desconcertante”. Preguntarles qué opinan al respecto y cómo se sienten, les servirá de ayuda para validar emociones, sentirse acompañados, escuchados y comprendidos.

Y ¿qué hacer con familiares y amigos que nos repiten “lo caguica que somos”? ¡Si el virus ya se ha ido (dicen algunos/as)! Dedicar la menor atención posible a estos comentarios y las situaciones que nos recuerden estos temas. Lo recomendable es no entrar en estos conflictos, ni darles vueltas. Seguramente, ya habremos hablado de forma asertiva con estos familiares y entenderán nuestra postura. Pero si no lo hacen, repito, es mejor no entrar en esos conflictos. Aceptar la perspectiva del otro desde la empatía, nos ayudará a tener una actitud más conciliadora. Vivir y sentir la Navidad como de verdad deseemos hacerlo, desde el respeto hacía uno mismo/a y hacía el otro/a. Dándole paso a las emociones presentes, validándolas y validando también a las personas que en estas fechas no lo estén pasando bien y en ellas estén presentes la tristeza y el miedo.

No olvidemos aprovechar estas fechas para conocernos mejor y aprender de la experiencia, recordad que el 7 de enero, está igualmente a la vuelta de la esquina y para esa fecha habrán acabado las presiones de amigos, familiares, etc…

Si aun así, después de todas estas recomendaciones, persisten las dificultades para afrontar las fiestas navideñas; no dudéis en buscar ayuda profesional cualificada.

Mis mejores deseos, desde el corazón.

 

Otras formas y lugares de vivir los días de Navidad

Tradiciones navideñas españolas y peculiaridades de otros países de Europa

La Navidad cuenta con tradiciones muy dispares en todo el mundo que han ido pasando de generación en generación. De nuestro país podemos señalar algunas como el tradicional encendido de luces navideñas que tanto gusta a grandes y pequeños, o el montaje y decoración en familia del árbol de Navidad y el belén navideño. Y es que el belén de Navidad es una tradición muy arraigada en nuestro país. Incluso podemos visitar enormes y detallados belenes que se montan con cientos de figuritas como romanos, animales o pastores, además de multitud de accesorios y recreando diferentes escenas de la época como la llegada de los Reyes Magos de Oriente.

No pueden faltar tampoco nuestros dulces típicos como los turrones, los mazapanes, los polvorones… o nuestros tradicionales villancicos acompañados con instrumentos como la pandereta o la zambomba, aunque esto último es algo que poco a poco se está perdiendo. También es de destacar el día 28 de diciembre “Día de los Santos Inocentes”.

Y por supuesto no podemos olvidarnos de comernos las “doce uvas de la suerte” en Nochevieja. Una tradición española que data de 1895, aunque oficialmente se estableció en 1909 y que, según una teoría, comenzó cuando algunos viticultores alicantinos popularizaron esta costumbre para vender mejor la gran cantidad de uvas de una excelente cosecha.

Y como no, la ansiada Lotería de Navidad del 22 de diciembre, el sorteo más seguido en nuestro país a lo largo del año con la esperanza de “pillar algún premio”, sobre todo el Gordo de Navidad. Y puestos a pedir, en Navidad lo que más nos gusta pedir es el aguinaldo, aunque es una tradición que también poco a poco se va perdiendo.

Pero ¿qué tradiciones peculiares podemos encontrar en otros países de Europa? Vamos a conocer algunas de ellas empezando por Suecia, concretamente en la ciudad de Gävle donde, desde 1966, se construye una cabra gigante de paja, “La cabra de Gävle”.

En lugares como Austria, Santa Claus, también conocido como San Nicolás, premia a los niños que durante el año se han portado bien, mientras que un demonio llamado Krampus, un ser peludo y diabólico, castiga a los niños que se han portado mal “llevándoselos en su saco”.

En Islandia, si por algo se caracteriza la Navidad es por los Yule Lads, 13 traviesos jóvenes muy picaros, los cuales tienen nombres de lo más peculiares y divertidos, que van llegando a las ciudades desde el día 12 de diciembre, de uno en uno, hasta el día de Navidad, donde comienzan a marcharse de la misma forma que llegaron. Durante cada una de esas noches, los niños dejan sus zapatos al lado de la ventana para que los jóvenes Yule Lads les traigan regalos si se han portado bien o patatas podridas en caso de que se hayan portado mal.

En Noruega, muchas personas del país nórdico creen que la Nochebuena es la noche de las brujas y de los malos espíritus, una tradición que cuenta con cientos de siglos. Por ello, en la víspera de Navidad, esconden todas las escobas o cepillos para que las brujas no puedan robarlas y salir volando.

Para finalizar, y dentro de nuestro país, concretamente en la Comunidad de Cataluña, encontramos un elemento muy popular, “El Tió de Nadal”, que traducido significa “El Tronco de Navidad”. La tradición consiste en coger un tronco y ponerle cara, piernas y una barretina, además de una manta sobre él para que no pase frío.

A partir del 8 de diciembre, las familias lo “alimentan” cada noche de regalos y dulces para que, al llegar la Nochebuena, los miembros de la familia, mientras cantan canciones tradicionales, puedan golpearlo para que cague los regalos y los dulces por debajo de la manta.

Texto: Juan Diego García-Abadillo. Fotos: Pixabay